jueves, 1 de diciembre de 2016

Me duele



Me duelen los ojos porque no puedo complacerlos con tu silueta.
Me duelen las lágrimas porque ya no hay a quien llorarle el río que tengo dentro.
Me duelen los oídos porque el éxtasis de tu sonido no me revienta ya los tímpanos.
Me duele la lengua porque no puedo saciarme de tu dulzura, amarga y agria que quemaba mis papilas.
Me duele la saliva porque era con la tuya con la que se unía, hacían una y a la vez colapsaban. 
Me duele la risa porque era con ella con la que bautizabas tu permanencia eterna.
Me duelen los huesos porque les falta el calcio que les proporcionaste para mantenerlos firmes y no caerme.
Me duelen los pulmones porque ahora que respiro oxigeno se mueren por intoxicarse de tu veneno.
Me duelen las venas de tanto desear que la sangre salga por completo de mi cuerpo tras tu partida.
Me duelen los recuerdos porque son ahí donde todavía está presente tu esencia.
Me duelen los días porque me hacen pensar lo cerca que estás de mí a pesar de la distancia.
Me duelen las noches porque las estrellas y los sueños me muestran que exististe en algún remoto y lejano momento junto a ellos.

Me duele 
el alma porque le falta el ardor de tu presencia, sólo sabe del color de la ausencia y del suplicio de la abstinencia.

Y dentro de toda esta dolencia centrifuga me duele 
el corazón porque pedazo a pedazo me lo has roto, sin compasión, sin sentimiento, con total y completa falta de moralidad, porque aunque seas una excepción a la idiosincrasia, fuiste lo que todos me dijeron que eras. Y aunque no vales la pena el dolor es profundo y enterrado con un ancla en el fondo de mi corazón dejaste la bomba que me consume minuto tras hora.



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