10 de diciembre de 2016
Tengo un poco de miedo, debo
admitirlo.
Estoy en Monterrey y hace días me
determiné hablarle a Gustavo para intentar vernos de nuevo y me aceptase la
invitación para yo poder darle su regalo de Navidad. Sí lo amo, tal vez no como
él siempre deseó, pero una conexión especial sí tuvimos. Viví con él dos meses,
después de todo. Sin embargo, tengo miedo a su rechazo, a una segunda negativa.
Y no porque me duela en el orgullo, sino porque me dolerá en el corazón saber
que quiere olvidarme, que después de los pocos meses que estuvimos juntos y que
significaron mucho para mí, los trate de tirar a la basura. Entiendo, el tiempo
corre, la vida sigue y él continúa la suya con completa, tal vez, calma. Lo sé,
para mí fue igual de sencillo desapegarme de él, pero no significa que no lo
amé. Sigue quedando en mí esa duda de saber su versión de cómo sucedieron las
cosas, por qué se fue tan de repente si días antes las cosas estaban, aunque un
poco anormales, bien de forma general. Ahora que el momento es inminente, un momento
en el que debo hacerlo porque si lo hago más tarde puede que no quiera o no
pueda, dependiendo de su apretada agenda, tengo mucho miedo de mandar ese
mensaje. No sé si en realidad quiera hacerlo. Sería lo más correcto respecto a
lo que tenía planeado inicialmente: ir a su casa y dejar en su entrada la bolsa
de regalo con, tal vez, un mensaje de saludo, disculpa y despedida. Luego que
lo consideré me pareció un poco cobarde, y si no le mando ese mensaje lo seré y
me arrepentiré al menos hasta la próxima vez que vuelva y quiera intentarlo de
nuevo. Decidí parar la redacción y buscar una opinión de terceras personas,
platicaré con mis amigos para aclarar las cosas. A pesar de estar decidido a
hacerlo y que tal vez su opinión no afecte tal decisión, siempre he buscado su
ayuda para incluirlos en mi vida.
***
Platicando con ellos encontré
opiniones encontradas: Alicia me dijo que lo haga, que de por medio ya tenía el
“no” como respuesta, que si era lo que de verdad yo quería, lo hiciera. Lo dice
de una manera muy noble y sencilla. Ella que vivió una oscura parte de su vida
me muestra parte de su personalidad al decirme que luche por lo que quiero,
cuando ella luchó por lo que es imposible para algunos. Carlos por otro lado,
me aconsejó ya dejarlo, Gustavo en todo este tiempo no me ha buscado, ¿por qué
he de hacerlo yo?, ¿por qué rebajarme, humillarme y dejarme sin dignidad? Yo no
lo considero así, no lo veía de esa manera. Veo esa forma de la vida como la ve
Miguel, con completa nobleza, por el simple hecho de hacer un acto por una
persona que se quiere mucho y sin esperar nada a cambio o dejar ver algo sobre
cualquier “buen” acto, porque realmente compré esos presentes por el simple
hecho que pensé en Gustavo al hacerlo, sin más, sin ninguna intención de querer
regresar, retomar lo que decidió parar, que es como Carlos intuye hago. No quiero
regresar con Gustavo, estoy lejos y no quiero regresar, ya salí del cascarón y
será muy complicado regresar a casa, tal vez algún día a la ciudad, pero ya será
de forma independiente, como alguna vez hice con él antes de mudarme de estado.
Mi regalo es para él, pensado en él. Y a pesar de ver esa parte de las
relaciones anteriores en las que aún puede conservarse algo (he ahí mi apego a
Miguel, otro ejemplo) sin esperar ser pareja, al final me he decantado por el
consejo de Carlos. Creo que fue por el miedo, porque ese mensaje de invitación
lo pude haber mandado en cualquier momento. Pero no lo hice. No me quedé con el
rencor guardado tras escuchar los argumentos de Carlos, sin embargo, preferí
dejar que el tiempo pase, que sea él quien si lo desea algún día, me hable. Veo
su Instagram, su vida sigue, por qué no he de continuar la mía también. Yo quisiera
ser parte de su vida, y mucho más que él sea parte de la mía. Lo extraño y esos
regalos en verdad los compré para que sepa que lo sigo pensando, pero no quiero
ya nada con él y dudo mucho que quiera saber de mí con ese argumento, no creo
que quiera ser mi amigo si anteriormente hubo algo, si he de volver con él
querrá, tal vez, que regresemos. Pero no, ese círculo de mi vida ya lo cerré.
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