jueves, 22 de diciembre de 2016

22 de diciembre de 2016

22 de diciembre de 2016
Hoy, como en la últimas semanas, me he sentido vacío, como si no sintiera nada de pronto; es extraño porque lo que realmente siento es un estado de depresión en mi ser, tristeza, anhelo, nostalgia y estas fechas no ayudan mucho a quitarme el sentimiento; comúnmente llego a un estado de cuestionamientos personales muy profundos por la misma razón de siempre: estoy solo, sentimentalmente hablando. ¿Por qué estar con alguien es sinónimo de felicidad?, ¿ese idealismo de vida me lo he creado yo o es producto de la amargura y envidia que crean el saber que Miguel y Gustavo son felices sin mí al estar (en su individual caso) con alguien?, ¿es que acaso al haber probado el dulce y suave sabor del amor y del ser correspondido por alguien es difícil soltarlo? Llegar a este nivel de depresión me obliga a hacerme contantemente estas preguntas:
¿Aún quiero a Miguel? Sí, evidentemente aún lo quiero mucho pero en el estado actual de nuestra relación es mejor quererlo de lejos. Al principio me preocupaba demasiado por nuestra relación y por consecuencia en mi actitud y comportamiento hacia él, rayando en la disculpa, me preocupaba por demostrarle que seguía siendo el mismo, curioso, inteligente, listo, algunas veces cariñoso, detallista, quería que viera lo que fui cuando me tenía enfrente y de alguna manera la ternura le ganara a ese muro que de nuevo construía (y aún construye) ante mí, pero no funcionó; que ello no funcionara me creaba frustración y esa actitud anteriormente me obligaba a ser indiferente e indignarme pero eso ahora era imposible, yo me preocupaba por no actuar así, procuraba no actuar indiferente porque pensaba que probablemente llegaría a pensar que me había vuelto una persona fría, que no había llegado a madurar, que seguía siendo una persona errática que sólo en momentos gustaba de su compañía pero después podía darme el lujo de ignorarlo y tratarlo como alguna vez lo traté (algo que no estaría del todo lejos de la realidad). Ayer me llegó su regalo de Navidad y ese para mí fue un claro indicio de su indiferencia hacia mí, algo que obviamente escogió al ver que yo ya había enviado un detalle y claramente no quería quedarse atrás, algo apurado debido a esto último que lo obligó a hurgar lo más próximo que pudiese yo valorar, así lo vi yo, no puedo negarlo, el regalo es bueno pero no hay que sobre pensar mucho las cosas para darte cuenta cuándo un regalo está bien pensado y cuándo no y ese regalo no fue para mí, con toda la extensión de la palabra, la persona que alguna vez fue una de las más importantes de su vida. Si respecto a esto me estoy equivocando, me disculpo ahora mismo.
¿Aún quiero a Gustavo? La verdad es que sí, pero no de la misma manera que a Miguel. Siendo sincero, el ego es lo que me duele más que la ausencia tras saber que fui cambiado por otra persona de alguien que también me dijo alguna vez que era el amor de su vida. Por esta razón aún no había dicho a alguien que lo era para mí hasta que en mi interior sentí por fin que Miguel era ese, pero ahora de nuevo ya no sé. A Gustavo lo extraño, es cierto pero es más esa inquietud por saber qué está haciendo de su vida, si de verdad está mejor (dentro de su concepto de felicidad y su forma de llevar su vida) sin mí, me crea mucha incertidumbre. Según lo que he investigado ha sabido relacionarse muy bien con nuevas personas, así como me conoció un día hace un año; he leído nuestra conversación y así lo imagino conociendo a alguien más, preguntándole sobre sus conocimientos de idiomas, su gusto por el cine, su manera de pensar y de ver la vida, que en su momento fue lo que lo atrajo hacia mí. Es misma fórmula ha de estarla usando y seguramente le ha de ir muy bien, atractivo es y hay muchos caza recompensas buscando probar cosas nuevas como él. Sé que suena muy frío y amargo pero el mundo y el ambiente así son, no por ello pienso que no encuentre algo de valor (para él) porque seguramente así es pero al menos a mí me está dejando otra impresión.

¿Quiero a Rulo? No. No es así, lo aprecio y me sorprende cómo una persona puede compartir demasiadas similitudes respecto a tu vida, pero aún sigue siendo un extraño para mí y conforme el paso de los días (desde que lo conocí) crece la idea que algo trae entre manos, ocultando algo pero no sé qué podría ser. Suelo ser muy “confianzudo” pero la vida me ha enseñado bien ante quien debo cuidarme y ante él puedo abrirme un poco pero dejar mi identidad intacta sin dejar que entre profundamente en mí. Incluso muchas veces debido a esa depresión he concluido tantas veces que es un nuevo Gustavo al que probablemente dejaré entrar en mi vida para aliviar la ausencia que Miguel dejó en mí tras partir y ahora tras tratarme indiferentemente.

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