jueves, 1 de diciembre de 2016

La despedida (parte 1)

“El día jueves se había pronosticado la inminente despedida de la obra en la que estaba, la obra en la que me vi envuelto en esta aventura desde junio del año pasado. Por la mañana sólo esperé el momento preciso para ir a la oficina pero antes de eso recorrí la obra de principio a fin: vi muchos fantasmas esa mañana, todos ellos me acosaban y me crearon un sentimiento de nostalgia, recorrí el sótano que en la época en la que yo llegué a esa obra no era más que muros levantados y una sección de losa que construía lo que comenzaba a ser la base del edificio que ahora se edificaba ante mí, el sótano que en ese tiempo lo veía dirigir a los trabajadores para que todo se cumpliera según lo planeado, el sótano que fue testigo de las respuestas que me dio el día que me decidí a decirle que había tomado su celular y darme cuenta de todo aquello que me había ocultado durante meses; de los sótanos pasé a dar una vuelta por la planta baja, en ella los fantasmas fueron más evidentes, los pasillos y los espacios me recordaron a todas aquéllas veces en las que nos encontrábamos de casualidad y a señas acompañadas de muecas, susurros y a veces palabras directas cuando me decía “te quiero mucho” y me mandaba besos resaltando sus labios; mi recorrido continuó en las áreas donde él no tenía potestad, salvo los últimos días que estuvo ahí, los fantasmas me transportaron a esos días en los que yo me plantaba en la azotea del edificio y desde ahí lo veía entrar por el acceso al edificio viejo; al pasar a los niveles del edificio que él ayudó a dirigir los fantasmas fueron más frecuentes, sin embargo no fue sino hasta llegar al nivel 3 del edificio cuando mi nostalgia fue mayor, al abrir la puerta del ascensor no vi un edificio terminado, vi la obra en construcción y vi su fantasma sonriéndome como lo hacía cuando me aparecía en “su” nivel, los fantasmas de nosotros besándonos en los cuartos de máquinas o en las áreas de crecimiento me acosaron demasiado, le estaba diciendo adiós a todos esos momentos y a todas esas experiencias, por un momento divagué pensando que nadie en los próximos días en que inauguraran u ocuparan esos espacios se imaginaría que en esas habitaciones dos almas, dos personas con dos corazones latiendo como uno, un arquitecto y un ingeniero se besaron, se abrazaron y se dijeron lo mucho que se querían, abrir cada habitación me transportaba a recuerdos que ahora se me antojaban muy lejanos, de otro tiempo y un universo paralelo, en casi todas las habitaciones había un recuerdo que me hablaba, me recordaron a aquéllas veces en las que nos encontrábamos, en las que le solicitaba a él que nos refugiáramos por cinco minutos, en las que alguna vez lo dejaba plantado sin hablarle, en las que al pasar lo ignoraba, en las que nos sentamos a platicar y sobre todo en las que nos sentamos a que me explicara lo que estaba sucediendo y le terminaba rogando que parara con ese juego que estaba lastimando a dos personas; la azotea fue mi última parada, con el alma ya muy frágil por todos los recuerdos que había revivido regresé al lugar que fue mi refugio durante las últimas semanas, era ahí donde me plantaba y veía el horizonte preguntándome el porqué de todo lo que estaba sucediendo, donde algunas veces casi soltaba alguna lágrima de nostalgia o de duelo, era ahí donde lo veía algunas veces y le rogaba a mi mente que ya no sintiera nada por él, que ya no lo pensara y que se decidiera a olvidarlo. Me quebré por completo en ese momento. Con ese recorrido de nostalgia le dije adiós a la obra que me permitió conocer a la persona más maravillosa que pude haber conocido en mi vida hasta ahora, la que me hizo encontrar una parte de mí que yo creía inexistente u olvidada. Fue en esa obra donde conocí a la persona que me ayudó a crecer y extender mis alas y posteriormente me ayudó a volar muy alto, más lejos y más allá de los límites del cielo pero después las cortó y mientras caía a un abismo sin fin más me hacía daño con sus palabras y su actuar y más fondo veía ese vacío. Al decirle adiós a esa obra le dije adiós a la etapa de mi vida en la que me enamoré intensamente por primera vez, a la etapa en la que fui puro e inocente, quisiera todavía serlo pero creo que en ese momento pensé que ya no volvería a confiar en nadie salvo en mis amigos y en mi familia, que cuando nos volvamos a encontrar aunque haya pasado poco tiempo ya seríamos ambos personas completamente distintas. Antes de partir mi cabeza dio vuelta hacia atrás como no lo había hecho en mucho tiempo y le dije adiós por última vez a mi inocencia y a Miguel Abreu.”

- Extracto de escrito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario