A las doce del mediodía no había
motivo para estar fuera de la cama. Caileé Arileé no tenía para nada intenciones
de dejarla durante todo el día. Fuera llovía torrencialmente, bajo una
presión provocada por las nubes bajas, la temperatura por debajo de los 10°C, el
viento intensificaba la sensación térmica baja. Además y sobre todas las cosas,
no quería. Los días anteriores fueron pesados en el instituto, lo que más
deseaba era que esa semana terminara, el fin del invierno trajo consigo una de
las peores tormentas invernales e hicieron más difícil sobre llevar tan dura
semana académica. La chica estuvo al borde de la desesperación, el fin de sus
estudios estaba convirtiéndose de lo más caótico para sus capacidades, pero
había hecho una promesa a sí misma de terminar a toda costa la licenciatura,
mucho esfuerzo hizo para llegar a este punto para tirar la toalla y rendirse. Exámenes,
reportes, ensayos, trabajos prácticos, laboratorios y trabajo de medio tiempo
poca oportunidad le dejaban para socializar. Aunque, la verdad, esto no era una
prioridad en su vida. Siempre estuvo sola, sus padres la abandonaron en un
lugar inhóspito casi al nacer, en la cumbre de una montaña en una mañana de
invierno parecida a esa, no supo si realmente fue su madre, su padre o ambos
quienes lo hicieron, no lo recuerda y nadie más vio este hecho. Su verdadera
madre fue quien la encontró, la tomó en sus brazos y se preguntó que hacía ahí
en una caja un bebé desprotegido de aquélla manera. No se veía nadie alrededor,
la nieve estaba cubierta y no se veían huellas frescas. Desconocía si llevaba
ya mucho tiempo la caja ahí o debido a la tormenta las huellas se borraron
rápidamente. Intentó avistar alguna silueta alrededor pero cada segundo que
pasaba el bebé seguramente sufría. Decidió llevarla al pueblo y si el niño
pertenecía a alguna familia seguramente lo estarían buscando, mientras tanto lo
mantendría a salvo y con vida. ¿Qué hacía ahí?, desconocía realmente porqué
había tomado esa ruta, el sendero habitual por el que transitaba desde el pueblo
de su madre al suyo propio lo dejó atrás y por alguna extraña razón, tal vez
inconsciente, decidió tomar aquél sendero anexo conocido por tener una
vegetación más abundante pero con más peligros al paso debido a su accidentado
relieve, al pensar profundamente dónde se encontraba deseó que los padres del
bebé no hubieran sufrido un accidente. Parecía cosa del destino haber
transitado por ahí y casualmente encontrarse con aquélla caja. El norte del
país se caracterizaba por ser de las regiones más frías durante esa época, los
campos estaban cubiertos de nieve, los lagos en hielo, el viento propiciaba un
ambiente incapaz de dejar respirar apropiadamente y de congelar el alma hasta
los huesos, aun así, como su cuerpo se lo permitió, llevó al bebé sano y salvo
a su hogar, donde inmediatamente encendió una hoguera y puso la caja con aquél
recién nacido relativamente cerca del fuego para que comenzara a calentarse.
Descubrió que el bebé era una niña y alarmantemente se percató que la bebé
tenía un pulso muy leve, peor tenía miedo de acercar la caja al fuego debido a
que tendría un cambio de temperatura muy radical que podría incluso ser peor
que permanecer afuera. Sin saber qué hacer, hizo lo humanamente posible para
mantenerla con vida.
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