Tokio Blues
El día de ayer terminé el segundo
libro en lo que va del año, a partir de aquí ya podré comenzar con mi propósito
de año, que es leer la saga de Hércules Poirot de Agatha Christie. Este libro
para mí tiene una mención honorífica, es el tercero que leo de Haruki Murakami
y hasta ahora no me ha decepcionado. Los
años de peregrinación del chico sin color continuaba siendo un hito para mí
tras leer Hombres sin mujeres, pero
ahora tras leer Norwegian Wood debo
decir que si bien quedó a la par, puede que lo haya superado. Fue una lectura
fresca y muy sencilla, algo a lo que estaba ya acostumbrado con Murakami.
Realmente reí mucho con este libro, algo inusual que suceda en mí, muy poco
libros han logrado esto en mí, con una sola mano puedo numerarlos, y todo fue
gracias a los personajes Reiko y Midori. La sencillez de Reiko y su directa
forma de expresarse soltaron algunas carcajadas en mí, pero fue Midori quien me
hizo reír mucho, principalmente por el parecido que tiene el personaje con mi
amiga Perla, a la cual no le da miedo decir lo que piensa aunque muchas veces
sea incómodo el tema. Midori me recordó mucho a ella que junto a su sentido del
humor hizo de la lectura algo muy relajador y muy fácil de digerir. En este
sentido me acordé mucho también de mi amiga Eleonora, ahora residente europea
de la ciudad de Madrid, ella es una persona a la cual aprecio mucho y tenía una
característica muy particular de ser intensa en muchos de sus sentimientos,
sobre todo al momento de leer, que es una de sus pasiones; en una ocasión, no
recuerdo el libro que estaba leyendo, estaba tan enfrascada en la lectura con
ese libro y le apasionó, le envolvió y le encantó tanto la trama que no quería
que el libro terminara, así que lo dejo pendiente para irlo leyendo paulatinamente
y así llegar a disfrutarlo momento a momento. A todos nos pareció muy curioso
este hecho y tal vez no había comprendido del todo su forma de actuar hasta
este momento que leí Tokio Blues. El libro me pareció tan bueno, tan hilarante
en estos momentos que atravieso de soledad que me hizo una gran compañía a donde
quiera que lo llevara la semana que lo estuve leyendo y no quería que terminara,
quería que siguiera divirtiéndome por más tiempo. Debido a mi personalidad era
injustificable no terminar el libro siendo tan bueno, la sensación de no tener
a mi alcance el final de él seguramente me atraería estrés, por ello no hice lo
que Eleonora, pero sí llegué a comprender lo que alguna vez sintió al no querer
que el libro terminara. El libro en su contenido reflejó parte de mi vida sentimental,
Naoko en mi vida es una alusión a Miguel, Midori podría referirse en cierto
sentido a Gustavo o cualquier relación que en un futuro llegase a tener. «Yo soy de carne y hueso», Midori le
repitió a Watanabe varias veces al final del libro al ver que este aún pensaba
en “su chica”. Watanabe no debajaba de pensar en Naoko, aún después de lo
sucedido la veía y comparaba constantemente con Midori, en su mente estaba muy
profundamente ligada y este fue quizá uno de los conflictos que tuve casi al
final de mi relación con Gustavo, aunque a diferencia de Watanabe yo podía controlar
y bloquear mis pensamientos para con Miguel al estar con Gustavo, pero era
cierto que la mayoría del tiempo ocupaba mi mente en pensar en Miguel, en todo
lo que habíamos vivido y en lo que había yo hecho. A pesar de esa breve
alegoría a mi vida, disfruté en demasía el libro, hubo algunas cosas que me
gustaron para subrayar, algo que extrañaré al leer en Agatha Christie, no
porque no contenga algo inédito digno de resaltar, pero tras haber leído dos
títulos de ella creo que poco aporta sentimentalmente su narración. Algo que me
pareció muy curioso de este libro es que a pesar de tratarse de una traducción directa
del japonés, idioma en que originalmente está escrito el libro, hubo muchas
palabras que conocí su significado ya que anteriormente no las había visto, me
agradó mucho la idea de estar constantemente presionando la opción del
diccionario, me pregunté si realmente estas palabras eran traducidas
directamente del japonés o eran objeto del doblaje, como sea, fue muy
gratificante. Como comentario final, y en referencia a la redacción en general
del autor, hay una sola cosa que le resta puntos a su trabajo a mi parecer, y
es que al leer sus novelas no me siento transportado a Japón y los escenarios
que enlista, que son demasiados; su forma de escribir en este libro como en los
demás incluso se me antoja impropia de la época (tratándose este de un libro
escrito a finales de los 80), de pronto podría tratarse de una historia ambientada
en Uruguay con nombres latinoamericanos y fácilmente sería confundible, el
autor no suele describir del todo el entorno y tradiciones de su cultura salvo
nombrar algunas ciudades y platillos típicos de cada zona. Estoy muy satisfecho
con este libro y para tratarse del segundo libro ha sido una excelente decisión
haberlo tomado. El libro es ampliamente recomendable y seguramente en el futuro
leeré algo nuevo del autor, como la trilogía 1Q84.
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