24 de mayo de 2016
El día
de hoy por casualidad escuché varias de tus tantas canciones, las que te
dediqué como las que me dedicaste. Se siente extraño que el tiempo corra y no
pueda liberarte de mí prisión, o más bien, liberarme a mí mismo de la prisión
que yo mismo cree. Recuerdo que hace poco más de un año volví a verte después
de semanas sin hacerlo, un 20 de mayo, un mes después de separarme de ti por lo
que yo creía «y ciertamente quería»
“para siempre”.
Estamos
a la cercana fecha de un mes de no hablarnos, porque así lo decidí, y aún me
reúso a eliminarte de Facebook, porque sí, la ausencia me lleva a la ansiedad y
a la obsesión, como ocurrió hace un año. Tú ves lo que yo hago porque no lo
oculto, porque así me he impuesto, a revelar mi vida y en cierta parte que sepas
dónde estoy, pero es la jugada equivocada, porque me duele más no saber de ti:
¿qué estarás haciendo en estos momentos?, ¿qué ha sido de tu vida?, ¿te has
sentido triste, feliz, liberado, ausente, neutral con nuestra separación?, ¿has
necesitado de mí, así como yo me estoy sintiendo ahora, ausente, vacío, sin un
propósito, con una incertidumbre tan grande por no saber qué pasará en el
futuro?, ¿cuáles son tus planes, tus metas ahora que estás en otras
circunstancias? Es inevitable, estoy sintiendo mucho todavía, pero lo que más
siento y resiento es la ausencia, el dolor de la pérdida, tenerte ahí, pero
como un espejismo que crees ver, pero no puedes tocar, tal vez por eso es que
te extraño con más fuerza, porque me afecta no hablarte teniéndote al tanto (o
no) mío.
Las
cosas con Gustavo están muy curiosas: por el exterior nosotros y todo el mundo
a nuestro alrededor creemos que la relación va por buen camino, que estamos
enfrentando bien la distancia y que sobrellevamos muy bien nuestra ausencia en
la cama al dormir, pero no, desde el único incidente que ocurrió hace ya casi
también un mes comencé a dudar de la estabilidad en nuestra relación, ya había
visto el egoísmo, los celos, la falta de confianza y el fuerte apego en
Gustavo, pero no pensé que fueran muy intensos, me equivoqué, sobre todo me
ofendí porque me culpaban de aquello que no quería vivir nuevamente, yo que me
juré no hacer daño a una persona y estar con alguien plenamente fui acusado de
ello, sin yo siquiera pensarlo. Desde entonces siento miedo e igualmente
desconfianza por lo fácil que le resulta pasar del amor al odio, ese incidente
me tomó completamente desprevenido, temí y sufrí mucho esos días, desde
entonces la sensación no ha bajado, al menos el temor, desde entonces comencé a
evaluar si la relación no puede superar la distancia; mi creencia fue y todavía
es que en cualquier momento, con el movimiento equivocado, puede colapsar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario