07 de noviembre de 2016
Soy una persona sin carisma
alguno.
Hoy me he preguntado << ¿cómo le hará Miguel para nosotros tenerlo
aún presente después de todo el daño psicológico que nos causó? me refiero a
Francisco, David y a mí >>. A David le ocasionó un fuerte apego que
según mi teoría aún sigue vigente en él. De acuerdo a mi hipótesis David aún no
supera a Miguel del todo y por ello falla mucho al querer encontrar a alguien
con quien compartir su vida. Él no ha superado del todo el nivel de amor con que
vivió la relación que tuvo con Miguel. Aún desconozco cuál fue la verdadera
causa de su rompimiento, es cierto que haberle ocultado la revelación de su
padecimiento a Miguel y después exponerlo ante tal condición sin aún
revelárselo, hasta que Miguel por cuestiones del destino se enteró por su
cuenta haciendo el hecho más penoso y doloroso. Sí, esa es una muy buena razón
para aniquilar algo tan bello que era su relación. Sin embargo aún creo que
detrás de todo ello hay algo más todavía. Algo tal vez un poco más siniestro,
algo que obligó a Miguel tomar sus distancias a pesar de haberse entregado de
una manera especial a su novio de dos años y medio. Esa decisión repercutió en
un trauma psicológico en David (por supuesto, aún me encuentro en el terreno de
la suposición) que consolidó su idealización en Miguel como la pareja perfecta,
que ahora le es imposible o muy difícil encontrar una pareja que se le equipare
puesto que aún le queda el recuerdo de los bellos momentos, los cuales quisiera
repetir, pero que jamás se darán porque Miguel es una persona única y especial,
obviamente quisiera repetirlos con él. Este es exactamente mi perfil, en este
momento, y si no encuentro la manera de superar lo sucedido me convertiré en un
David, sin posibilidad de poder encontrar alguien que me haga compañía (que tal
vez no la necesite del todo, algo que va acorde con este texto y que retomaré
más adelante) debido a que ya tengo la idealización de la persona con la que
viví momentos mágicos y especiales y con la que, claro, me encantaría vivir de
nuevo; vivir quizás hasta que la muerte nos arranque la vida. Pues bien, tal
vez sea una cuestión social de la actualidad, o tal vez se deba meramente a una
cuestión de personalidad – una personalidad que compartimos David, Francisco y yo-,
o tal vez sea Miguel el que nos ha dejado cautivados que es complicado
desapegarnos de él. Quiero entender por qué de mi parte me es muy difícil dejar
de pensarlo. A Francisco por su parte, después del drama y la tragedia vivida
tras el paso de mi persona en la vida de ambos, su completa falta de atención
hacia su pareja y la posterior etapa de la indecisión en la que Miguel no
escogía su amor o el mío. Ante una situación así, me imagino que alguien en los
zapatos de Francisco hubiera sido humillante haber vivido algo así: una persona
a la que dejó vivir en su casa, compartir sus pertenencias y dejarla dormir en
la misma cama sabiendo que antes había estado en brazos de otra persona,
besándola o tal vez teniendo relaciones con ella… Francisco debió amarlo
demasiado para permitir todo aquello, o tal vez yo aun no comprendo del todo
los conceptos de la fidelidad y la lealtad – una herramienta baja y sucia para
esconder la promiscuidad, a mi parecer-, mismos que eran el arma bajo la manga
que siempre Miguel usaba. ¿A quién realmente le era fiel en aquél entonces? Esa
respuesta no lo sé aun ahora y no es tema que quisiera abrir en este texto.
Francisco dormía con el pecado. Miguel dormía, no sé si lo hacía con la
conciencia tranquila, pero lograba conciliar el sueño cada noche, abrazado de
una de las dos personas a las cuales les juró lealtad. Francisco aparentemente
podía vivir con ello, no le importaba que en la mente de Miguel se librara una
batalla en la cual podía no ser él con el que se quedara y escogiera. Yo
también vivía con ello, o más bien, con menos que eso, sin poder dormir a su
lado, sin ser lo último que viera al dormir y lo primero que observara al
despertar, pero con más incertidumbre tal vez que la que tuviera quizá
Francisco. A pesar de haberlo hecho llorar, tal vez no por la indecisión, tal
vez no por mi presencia en medio de los dos, tal vez no por sentir
remordimiento por todas las faltas que Miguel le echara en cara, pero sí tal
vez por la próxima partida de lo que fue su primer amor. A pesar de ello,
Francisco siguió con la esperanza. A pesar de algunos intentos fallidos en los
que intentó no saber más de Miguel, Francisco al igual que David y que yo
mismo, regresó porque lo necesitaba. La charla podía no ser la misma, las
conversaciones podrían tornarse más frías aún y secas como el desierto, pero
Francisco quería estar ahí, enfrentándose a la casi imperceptible indiferencia
que Miguel mostraría al comenzar a construir una barrera en una persona que
quiso, amo y que ahora sólo comenzaba a sentir cariño y nostalgia por todos los
recuerdos pasados. Quería tal vez seguir luchando por él, porque Miguel era lo
que más amó en su vida, no quería perderlo y no le importaba si así se
enfrentaba a su dignidad interna, que le diría quizá que no tenía que estar ahí
muriendo por una persona que ya no lo amaba como antes y por una relación que
la otra persona ya no le ve futuro. En lugar de sacarlo de su vida Francisco
prefirió seguir estando ahí.
¿Acaso no me veo yo ahí? Claro.
Tal vez ni David ni Francisco pensaban como parafraseo aquí. Eran puras
suposiciones. Soy yo quien no quiere perderlo. Soy yo quien prefiere perder la
dignidad que le queda por tener una mínima parte de lo que alguna vez fueron
profundas y productivas conversaciones. Soy yo quien todavía lo ama con
intensidad. No con la misma intensidad de hace dos años, cuando lo nuestro
comenzó a construirse, sino más fuerte. Cada día lo amo más sin embargo. Cada
día me aferro y no dejo al corazón que lo deje ir, y a mi mente que lo deje de
pensar. Qué daría por tenerlo de nuevo ante mí, mirarlo inclinando hacia arriba
mi rostro, que me mire inclinando hacia abajo el suyo. Ver sus ojos café claro,
que me miren a través de sus anteojos. Perderme en ellos. Fundirnos en un
abrazo que dure hasta la última campanada de la medianoche y hasta más. Soñarlo
durante mi dormir. Yo cometo también mis errores, todavía lo hago. Cometí el
más grande al intentar alejarlo por creer que estaba estorbándome para
entregarme a una persona que me amaba en la mañana y en la noche me odiaba. He
pensado que Miguel atrae personas sin demasiada autoestima. No soy quien para
juzgarlos pero Francisco y David no parece que pensaran sobrevivir sin Miguel
cerca. Miguel para ellos, así como para mí era su sustento. Aunque las cosas fueran
mal, Miguel ahí estaba como una posesión positiva, aquella que le faltaba tal
vez a nuestras vidas. De nuevo me proyecto en ellos. ¿Para qué evadirlo si soy
yo quien lo necesita de esa manera?
¿Qué tiene que ver el carisma con
todo esto? Que Miguel tiene más carisma que todos nosotros juntos. Que para él
es fácil que la gente lo recuerde, por todas las experiencias que ha vivido y
que sabe externarlas. Por todas las risas que provoca. Por su pensamiento
siempre positivo, evitando a toda costa lo triste. Porque es agradable siempre
estar con él, porque siempre tenía algo que decir, nunca lograba ser demasiado
serio. Siempre se hacía notar y sus ausencias siempre eran notorias. Si Miguel
no hablaba es porque algo le ocurría, y rápidamente había que consolarlo porque
una persona con esa energía y ese positivismo, de inmediato debe reanimársele.
Cada vez que nos peleábamos su rostro triste o indiferente me aniquilaba más
que todo lo que pudiera decir. Me culpaba por ser aquél que provocara todo
aquello a una persona así. Más me culpaba porque a pesar de todo lo amaba más
que nada en el mundo. Y lo sigo haciendo. Yo no tengo carisma alguno, soy un
fantasma para todos, alguien extra que se anexa en cualquier escena. Si me
ausento nadie me echa de menos. Si estoy triste o estoy feliz a nadie le
importa. A veces eso es una ventaja para mi personalidad introvertida, pero
otras veces quisiera ser el centro de atención, aunque rápido me aburra de
ello. Que mi humor o mi estado para otros sea para otras personas algo que deba
ser tomado en cuenta. He aguantado que muchas veces se olviden de mí, que me
omitan y que me pasen por alto. No puedo negarlo, no soy alguien importante y
tal vez nunca lo sea. No me importa la mayoría de las veces. Y menos me
importaría si tuviera conmigo (no literalmente) a la persona que más amo en el
mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario