12 de noviembre de 2016
Hay ocasiones en que me pongo a
pensar profundamente: ¿cómo es que Miguel me sigue cautivando?, ¿por qué siguen
ganando esas ganas de tenerlo ante mí, contemplarlo, abrazarlo, que me abrace,
besarlo, que me bese y que juntos nos complementemos?, ¿por qué seguiré
idealizando todo aquello?, ¿por qué, después de lo ocurrido, todas las penas,
los llantos, los enojos, la incertidumbre y las ansias quiero compartir una
vida con él? Dicen que las personas no cambian. Tal vez sea cierto, hablando
propiamente de mí mismo y mi personalidad, (primero hay que juzgarse a uno
mismo) no pienso cambiarla. Entonces, ¿por qué Miguel cambiaría su actitud para
conmigo? Tal vez sus actos sí se debieran enteramente a su confusión en la
decisión con quién quería quedarse en ese entonces, pero lo que he considerado
abiertamente es que nunca llegó a verme realmente como el amor de su vida, al
menos no desde la misma perspectiva en que tengo yo ese concepto, todo debido a
las carencias de las que sufrió nuestra relación en cuanto a las anteriores que
había tenido y las cuáles afirmó ser como decía. Miguel tenía razón en la
última carta que me envió: yo me cree el amor que quería, yo deseaba que él
fuera conmigo todo lo que había sido en sus anteriores relaciones y vivía con
esa obsesión. Eso ahora sé que estuvo mal de mi parte, al releerla me di cuenta
que me comporté de una manera muy infantil y poco coherente, cegado por el
resentimiento y el recelo de saber que le estaba dando lugar a alguien en su
corazón, ese lugar en el que yo quería estar de por vida y que pensé era
inamovible. Estuvo mal compararme con Francisco y con David y con todos
aquéllos con los que ha estado. Yo soy yo, Francisco y David, y ahora Tzen son
ellos nada más, a su manera, y aunque entre nosotros haya un cierto patrón,
todos tenemos nuestras virtudes y defectos. Yo creí sin embargo, que nuestro
amor era trascendental, que a pesar de la muestra de todos mis defectos que se
justificaban por el miedo a perderlo, miedo a ya no tener su amor porque sin él
yo me moría, sin él no podía yo continuar. Era el primero, del que no me quería
desapegar, lo mejor que le había pasado a mi vida hasta entonces, sentir toda
aquella clase de sentimientos al enamorarme día con día. Los celos, las
traiciones, los miedos fueron creciendo como la primera vez hasta que
terminaron con lo que habíamos reconstruido. Gustavo ayudó a ello, me distrajo
de mi ideal, me confundió al creer que había encontrado alguien que estaba en
mi lugar, que me veía como yo veía a Miguel y me adoraba simplemente por ser
quien soy, pero detrás ocultándome a una persona que sí, podía amarme un día,
pero al siguiente podía llegar a odiarme. Gustavo padecía la misma inestabilidad
que en los días de Miguel poseía. Ahora que Gustavo se fue, me di cuenta que mi
ideal siempre fue Miguel, que estúpidamente lo hice a un lado para tratar de
engañarme a mí mismo y creer que con Gustavo podía llegar a lograr algo, cuando
en el fondo mi corazón seguí sabiendo que Miguel era la persona a la que yo
estaba dispuesto a esperar a su regreso, para ver si un día podíamos retomar lo
que habíamos dejado pendiente: una vida juntos. Pero cometí mis errores, lo
alejé, lo hice a un lado y logré que sus sentimientos se enfriaran para
conmigo. Sus conversaciones ahora son frías, secas y mucho más ambiguas de lo
que Miguel está acostumbrado a ser. Durante las ocasiones en las que tenemos
conversaciones noto la barrera que ha construido exclusivamente para mí, y no
sé si es porque intenta alejarme hasta el momento en que podamos estar juntos
de nuevo y no remover en nuestros sentimientos conociendo de antemano que yo no
soy capaz de sobre llevar una relación a distancia como ya lo he comprobado, convirtiéndome
en alguien errático; o si esa barrera es porque ya me ha superado y no pretende
en mí más que una amistad pasajera, alguien con quien conversar cuando se
encuentre aburrido de su agitada vida, contestarme solo por el compromiso de
quien alguna vez fue alguien importante en su vida, más por ello que por querer
realmente saber de mí. De esta alternativa tengo miedo, porque lo sigo dando
todo por él, realmente anhelo nuevamente continuar nuestra historia, pero por
mis actos lo he perdido ya, pienso yo. Al hablar me irrita que actúe así sin yo
estar seguro de qué es lo que piensa ahora de mí, me pone triste y me hace
pensar constantemente “¿por qué le he vuelto a hablar si sólo era para seguirme
castigando?”; al no hablar yo me creaba muchos escenarios imaginarios en mi
mente sobre lo que podría estar haciendo, pero hablar con él si bien no aclara
nada, lo empeora todo simplemente porque no sé cómo es que me ve a mí y a lo
que alguna vez fue de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario