viernes, 18 de noviembre de 2016

12 de noviembre de 2016

12 de noviembre de 2016
Hay ocasiones en que me pongo a pensar profundamente: ¿cómo es que Miguel me sigue cautivando?, ¿por qué siguen ganando esas ganas de tenerlo ante mí, contemplarlo, abrazarlo, que me abrace, besarlo, que me bese y que juntos nos complementemos?, ¿por qué seguiré idealizando todo aquello?, ¿por qué, después de lo ocurrido, todas las penas, los llantos, los enojos, la incertidumbre y las ansias quiero compartir una vida con él? Dicen que las personas no cambian. Tal vez sea cierto, hablando propiamente de mí mismo y mi personalidad, (primero hay que juzgarse a uno mismo) no pienso cambiarla. Entonces, ¿por qué Miguel cambiaría su actitud para conmigo? Tal vez sus actos sí se debieran enteramente a su confusión en la decisión con quién quería quedarse en ese entonces, pero lo que he considerado abiertamente es que nunca llegó a verme realmente como el amor de su vida, al menos no desde la misma perspectiva en que tengo yo ese concepto, todo debido a las carencias de las que sufrió nuestra relación en cuanto a las anteriores que había tenido y las cuáles afirmó ser como decía. Miguel tenía razón en la última carta que me envió: yo me cree el amor que quería, yo deseaba que él fuera conmigo todo lo que había sido en sus anteriores relaciones y vivía con esa obsesión. Eso ahora sé que estuvo mal de mi parte, al releerla me di cuenta que me comporté de una manera muy infantil y poco coherente, cegado por el resentimiento y el recelo de saber que le estaba dando lugar a alguien en su corazón, ese lugar en el que yo quería estar de por vida y que pensé era inamovible. Estuvo mal compararme con Francisco y con David y con todos aquéllos con los que ha estado. Yo soy yo, Francisco y David, y ahora Tzen son ellos nada más, a su manera, y aunque entre nosotros haya un cierto patrón, todos tenemos nuestras virtudes y defectos. Yo creí sin embargo, que nuestro amor era trascendental, que a pesar de la muestra de todos mis defectos que se justificaban por el miedo a perderlo, miedo a ya no tener su amor porque sin él yo me moría, sin él no podía yo continuar. Era el primero, del que no me quería desapegar, lo mejor que le había pasado a mi vida hasta entonces, sentir toda aquella clase de sentimientos al enamorarme día con día. Los celos, las traiciones, los miedos fueron creciendo como la primera vez hasta que terminaron con lo que habíamos reconstruido. Gustavo ayudó a ello, me distrajo de mi ideal, me confundió al creer que había encontrado alguien que estaba en mi lugar, que me veía como yo veía a Miguel y me adoraba simplemente por ser quien soy, pero detrás ocultándome a una persona que sí, podía amarme un día, pero al siguiente podía llegar a odiarme. Gustavo padecía la misma inestabilidad que en los días de Miguel poseía. Ahora que Gustavo se fue, me di cuenta que mi ideal siempre fue Miguel, que estúpidamente lo hice a un lado para tratar de engañarme a mí mismo y creer que con Gustavo podía llegar a lograr algo, cuando en el fondo mi corazón seguí sabiendo que Miguel era la persona a la que yo estaba dispuesto a esperar a su regreso, para ver si un día podíamos retomar lo que habíamos dejado pendiente: una vida juntos. Pero cometí mis errores, lo alejé, lo hice a un lado y logré que sus sentimientos se enfriaran para conmigo. Sus conversaciones ahora son frías, secas y mucho más ambiguas de lo que Miguel está acostumbrado a ser. Durante las ocasiones en las que tenemos conversaciones noto la barrera que ha construido exclusivamente para mí, y no sé si es porque intenta alejarme hasta el momento en que podamos estar juntos de nuevo y no remover en nuestros sentimientos conociendo de antemano que yo no soy capaz de sobre llevar una relación a distancia como ya lo he comprobado, convirtiéndome en alguien errático; o si esa barrera es porque ya me ha superado y no pretende en mí más que una amistad pasajera, alguien con quien conversar cuando se encuentre aburrido de su agitada vida, contestarme solo por el compromiso de quien alguna vez fue alguien importante en su vida, más por ello que por querer realmente saber de mí. De esta alternativa tengo miedo, porque lo sigo dando todo por él, realmente anhelo nuevamente continuar nuestra historia, pero por mis actos lo he perdido ya, pienso yo. Al hablar me irrita que actúe así sin yo estar seguro de qué es lo que piensa ahora de mí, me pone triste y me hace pensar constantemente “¿por qué le he vuelto a hablar si sólo era para seguirme castigando?”; al no hablar yo me creaba muchos escenarios imaginarios en mi mente sobre lo que podría estar haciendo, pero hablar con él si bien no aclara nada, lo empeora todo simplemente porque no sé cómo es que me ve a mí y a lo que alguna vez fue de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario