El día de hoy hablé con Miguel y
me frustraron dos cosas.
Primeramente noté nuevamente su
completa falta de detalle en sus conversaciones. Hablar con él, desde que
comenzamos a salir, ha sido todo un lío. A través de los diferentes medios de
conversación que tenemos o teníamos, en persona, por mensaje de texto o por
correo Miguel siempre se ha identificado por ser una persona de muy pocas palabras,
junto con la ambigüedad de la que es reconocido crean en mí confusión y
desesperación por creer que tras sus palabras o escritos esconde revelaciones
ocultas que dejan ver lo sombrío que puede llegar a ser. Me frustraba hasta el
punto que sentía siento recelo y rencor por ello, me daba pena expresar mi
desconcierto, decirle que pensaba lo peor de él al darme el mensaje que tal vez
no tenía una intención maliciosa. Ya estaba calado, ya había sufrido de su
parte lo suficiente para desconfiar de él y creer que era capaz de lastimarme
todavía más de lo que ya lo había hecho. Al hablar hoy con él sentí nuevamente
esa frustración y el hastío, que me hizo recordar y ponerme a pensar
profundamente, que meses atrás además de amor, ternura y compasión Miguel también
era capaz de provocarme esos sentimientos que me hacían aborrecerlo, mas no
odiarlo. Eso nunca.
Hubo otro episodio que llenó de
frustración mi ser: revelarme, sabráse con qué propósito, sobre Francisco y su segunda
visita a Europa que daría lugar aquél mismo día. Al hacerlo mis entrañas
nuevamente se alteraron y me hizo sentir mariposas asociadas a los celos y al
desconcierto. No lo comprendía: en la video llamada que tuvimos me señaló y me
dijo que yo me obsesionaba con echar en cara temas del pasado, con aquélla
confesión ¿realmente pretendía comenzar un tema de conversación? Si tanto me
recriminaba tocar temas del pasado ¿por qué sin razón aparente me hace esa
confesión? ¿Qué más quería remover en el turbulento pasado que vivimos? ¿Qué
caso tenía para él mencionar un fantasma del cual he tardado tanto en
deshacerme? Tal vez para Miguel sea sencillo dar borrón y cuenta nueva en su
vida, dado su personalidad es fácil ver que el cambio constante y la
reinvención son fáciles de dar en su cotidianeidad. Tal vez piense que todos
somos así. Dolorosamente me cuesta seguir recriminándolo en este texto, pero:
¿cómo, después del severo daño que ocasionó en mi vida, puede atreverse a
mencionar con toda la intención de platicar tranquilamente de una persona y una
situación que en mi pasado fueron los causantes del caos en mi vida? Él, a
final de cuentas fue el que ocasionó tanto caos en nosotros, y sin embargo le
es muy sencillo hablar de nuestra persona al otro como si fuéramos ya eventos
ocasionales de un pasado remoto el cual no dejó huella en su vida.
Al momento en que mandó ese
mensaje quise responderle con todo el sarcasmo del que era capaz mi
vocabulario. Quise ser irónico y también hacerlo ver con qué estaba jugando,
con qué grado de atrevimiento estaba actuando. Pero ¿qué caso tenía ya? Si le
respondía de esa manera me evitaría, pondría una defensa contra mí porque
seguramente ya está cansado de mí. Lo único que logra cada vez que hace eso es
dejarme tan frustrado como si en verdad le recriminara y me ignorara, hace
quedarme con ese resentimiento en mi interior en el que me asombro del porqué
de su actuar. Quizá piense que ya he superado las cosas y que hablar de él me
es sencillo como alguna vez lo fue en la relación epistolar que vivimos. Lo
cierto es que ya he superado esa etapa, puedo ya mencionar su nombre sin que mi
cuerpo se estremezca y su sola mención –o su nombre mismo- renazcan en mí todos
aquéllos recuerdos del pasado que incluían mi sufrimiento, mi pena y mi duelo.
Lo que se me hace inverosímil es que quiera sacarlo a plática cuando de su vida
he sabido poco después de estos meses de no saber nada. Es cierto que esto
último es culpa mía y solo mía por haberme ausentado tanto tiempo.
Nunca entenderé del todo a
Miguel, quisiera nuevamente entrar en lo más hondo de sus pensamientos, que él
como yo unos textos parecidos a estos exprese sus sentimientos o me deje
conocerlos. Saber cómo es él en su naturaleza más pura, si es cierto que en
algún momento de nuestro tiempo me amó equiparablemente a lo que yo lo he
amado, sentimiento que crece y sigue creciendo día con día.
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