07 de marzo de 2017
El asesinato de Roger Ackroyd y un fin de semana de fiesta
Podrá parecer un poco exagerado
hablar del asunto en este momento para mí, pero durante el fin de semana fue
excepcional. Conocí a Ismael, una persona relevante para mí no de forma
general, pero algo de él llamó mi atención al tratar con él. Todo comenzó el
sábado, después de escribir la anterior nota y desahogarme de mis pensamientos,
me sentía fatal y necesitaba hablar con alguien. Ya tenía agendado reunirme el
domingo con Abraham, un amigo que vive cerca de mí actualmente, ya iban dos
ocasiones que por alguna razón le cancelaba los planes que tuviéramos, ya no
podía quedarle mal. Sin embargo, después de mi inestabilidad emocional en la
que no acepté probar bocado, le llamé para solicitarle vernos ese mismo día, le
expliqué mi estado y que realmente necesitaba hablar con alguien en persona, no
se negó y tracé mi plan para ese día: tomar un bus por la tarde y llegar
después de sus planes de salir al cine con un amigo suyo. Mientras tanto, yo
hablaba con Miguel, y tras mi renuencia a contarle mi situación, la verdad es
que soy débil ante él y estaba muy sensible ante cualquier decisión, le conté
que me encontraba mal y le dije detalladamente lo que me ocurría, al final me
reconfortó un poco haber hablado con él, pero me quedé con un pequeño mal sabor
de boca porque mi intención al comenzar a explicarle mi situación era hablar
con él y escuchar su voz. Estoy seguro que con sólo escuchar su voz hubiera
sido suficiente antídoto para calmarme y pensar dos veces las cosas, pero en
fin, tuvo que ser de una manera diferente y el resultado fue muy bueno, ya no
necesitaba del apoyo de Abraham aunque sí quería verlo y se lo debía, no podía
cancelarle. Me dirigí a verlo, llegué temprano y tuve que esperarlo hasta que
estuviera disponible. Fue buena idea haber pedido ayuda a Miguel, si hubiera
esperado a Abraham acabaría frustrado por no poder desahogarme puesto que su
amigo nos acompañó después de ellos desocuparse; y creo que, salvo la primera
ocasión en que nos vimos (que igualmente estábamos acompañados por Diana en
algunas partes de la visita), no he vuelto a verlo a solas, siempre está
acompañado por sus hermanos o algún amigo y eso en lo más profundo de mi ser me
disgusta mucho porque la verdad me siento incómodo convivir habiendo otras
personas, no les tengo la suficiente confianza como a él, y eso que no es una
completa confianza como con cualquiera de mis amigos. Me abstuve de comentar
profundamente mi sentir, sí le confesé ciertos pesares pero ya me sentía mejor,
no era necesario confesar de más. Nos acompañó su amigo Ángel y después de
cenar y pasear un rato Ángel nos invitó al centro a pasarla bien en un bar con
su novio. Ahí conocí a Ismael. En entradas anteriores escribí sobre mi alter
ego homosexual, con el que vivo interiormente y quisiera a veces exteriorizar,
Ismael es la viva imagen (no literal) de mi alter ego, su feminidad, sus amaneraciones, sus expresiones, el
estilo y la personalidad. El tipo, fuera de esa característica, no me resultó
de lo más interesante; lo más excepcional en él es que esa noche nos mostró
fotografías de él vestido de mujer, en ese aspecto nunca figuré a mi alter ego,
nunca lo vi vestido de mujer, pero tampoco es algo tan insólito. Esa noche la
pasé sensacional, después de ir a un bar medianamente divertido nos pasamos a
otro que me recordaron a antros que se encuentran en Monterrey y la ciudad de
México, ahí bailamos mucho, tanto que días después aún me seguían doliendo las
caderas y pies. Abraham y yo y Ángel e Ismael; Ángel bailó con todos nosotros,
a mí me mareó bailar con él porque es muy bueno dando vueltas y dirigiendo a la
pareja, me impresionó mucho. Ismael se movía de una manera que se me antojaba
tanto en mi personaje, bien podría ser él, bien podría ser yo. Abraham por su
parte, después de cierta confianza, como suele suceder cada que nos vemos, hay
un punto que comienza por tocar mi mano y aunque en otras ocasiones solemos
llegar más lejos, esta vez ni uno ni otro estaba interesado, o tal vez tomó su
distancia después de tantas veces que yo pinté mi raya con él, pero aun así
siento que la atracción que sintió alguna vez por mí ya decayó. Ciertamente no
me provoca impresión, por muchas razones Abraham no es mi tipo, ni de la manera de Miguel, ni de la manera de Gustavo, muy
a su pesar, y ninguna de las cuales enlistaré en esta publicación. Esa noche
regresé de madrugada a la ciudad y al día siguiente fui a trabajar sin haber
dormido nada, pero lo que viví ese fin de semana, aunque no haya sido algo
impactante en mi vida, fue justamente lo que necesitaba desde muchas semanas
atrás.
Ese mismo fin de semana, después
de haber dormido algo durante la tarde, había decidido terminar el libro que
casi un mes atrás había comenzado, ese día debía o debía acabarlo porque ya
había sido demasiado, tratándose de un libro de 200 páginas, estoy refiriéndome
a El asesinato de Roger Ackroyd, de
Agatha Christie. Después de todo, no me llamó mucho la atención, siendo que leí
una de las mejores reseñas a un libro de Agatha Christie, en el que muchas
mencionaban que el libro tenía uno de los desenlaces más impactantes de toda su
autoría. Por primera vez, -cronológicamente- después de tres novelas
publicadas, la narración del libro cambió a la perspectiva de un nuevo personaje,
igualmente con una personalidad ideal para convertirse en un Watson, y creo que fue un buen cambio
que ya se necesitaba en las novelas; creo que será difícil que la autora
hubiese decidido escoger a Poirot como la perspectiva de la narración para alguna
de sus novelas debido a que el detective constantemente tiene resuelto el
misterio o el caso desde mediados de la novela y entrar en su mente sería un
atajo para el lector al conseguir hallar al asesino o ladrón antes que
terminase la novela, logrando tal vez un hastío irremediable. Dudo mucho que la
autora haya decidido aplicar la fórmula de la narración con Poirot como
perspectiva principal en alguna de sus novelas, pero habrá que ver, claro, los
restantes 50 y más títulos que me faltan leer acerca del detective más
característico de Christie para responder esta cuestión. Por lo pronto, El asesinato tiene, desde mi punto de
vista, una calificación de cinco estrellas por el fresco y bien apuntado cambio
de perspectiva narrativa y su sorprendente
desenlace, que obviamente, me pasó por alto.