viernes, 10 de marzo de 2017

07 de marzo de 2017

07 de marzo de 2017
El asesinato de Roger Ackroyd y un fin de semana de fiesta
Podrá parecer un poco exagerado hablar del asunto en este momento para mí, pero durante el fin de semana fue excepcional. Conocí a Ismael, una persona relevante para mí no de forma general, pero algo de él llamó mi atención al tratar con él. Todo comenzó el sábado, después de escribir la anterior nota y desahogarme de mis pensamientos, me sentía fatal y necesitaba hablar con alguien. Ya tenía agendado reunirme el domingo con Abraham, un amigo que vive cerca de mí actualmente, ya iban dos ocasiones que por alguna razón le cancelaba los planes que tuviéramos, ya no podía quedarle mal. Sin embargo, después de mi inestabilidad emocional en la que no acepté probar bocado, le llamé para solicitarle vernos ese mismo día, le expliqué mi estado y que realmente necesitaba hablar con alguien en persona, no se negó y tracé mi plan para ese día: tomar un bus por la tarde y llegar después de sus planes de salir al cine con un amigo suyo. Mientras tanto, yo hablaba con Miguel, y tras mi renuencia a contarle mi situación, la verdad es que soy débil ante él y estaba muy sensible ante cualquier decisión, le conté que me encontraba mal y le dije detalladamente lo que me ocurría, al final me reconfortó un poco haber hablado con él, pero me quedé con un pequeño mal sabor de boca porque mi intención al comenzar a explicarle mi situación era hablar con él y escuchar su voz. Estoy seguro que con sólo escuchar su voz hubiera sido suficiente antídoto para calmarme y pensar dos veces las cosas, pero en fin, tuvo que ser de una manera diferente y el resultado fue muy bueno, ya no necesitaba del apoyo de Abraham aunque sí quería verlo y se lo debía, no podía cancelarle. Me dirigí a verlo, llegué temprano y tuve que esperarlo hasta que estuviera disponible. Fue buena idea haber pedido ayuda a Miguel, si hubiera esperado a Abraham acabaría frustrado por no poder desahogarme puesto que su amigo nos acompañó después de ellos desocuparse; y creo que, salvo la primera ocasión en que nos vimos (que igualmente estábamos acompañados por Diana en algunas partes de la visita), no he vuelto a verlo a solas, siempre está acompañado por sus hermanos o algún amigo y eso en lo más profundo de mi ser me disgusta mucho porque la verdad me siento incómodo convivir habiendo otras personas, no les tengo la suficiente confianza como a él, y eso que no es una completa confianza como con cualquiera de mis amigos. Me abstuve de comentar profundamente mi sentir, sí le confesé ciertos pesares pero ya me sentía mejor, no era necesario confesar de más. Nos acompañó su amigo Ángel y después de cenar y pasear un rato Ángel nos invitó al centro a pasarla bien en un bar con su novio. Ahí conocí a Ismael. En entradas anteriores escribí sobre mi alter ego homosexual, con el que vivo interiormente y quisiera a veces exteriorizar, Ismael es la viva imagen (no literal) de mi alter ego, su feminidad, sus amaneraciones, sus expresiones, el estilo y la personalidad. El tipo, fuera de esa característica, no me resultó de lo más interesante; lo más excepcional en él es que esa noche nos mostró fotografías de él vestido de mujer, en ese aspecto nunca figuré a mi alter ego, nunca lo vi vestido de mujer, pero tampoco es algo tan insólito. Esa noche la pasé sensacional, después de ir a un bar medianamente divertido nos pasamos a otro que me recordaron a antros que se encuentran en Monterrey y la ciudad de México, ahí bailamos mucho, tanto que días después aún me seguían doliendo las caderas y pies. Abraham y yo y Ángel e Ismael; Ángel bailó con todos nosotros, a mí me mareó bailar con él porque es muy bueno dando vueltas y dirigiendo a la pareja, me impresionó mucho. Ismael se movía de una manera que se me antojaba tanto en mi personaje, bien podría ser él, bien podría ser yo. Abraham por su parte, después de cierta confianza, como suele suceder cada que nos vemos, hay un punto que comienza por tocar mi mano y aunque en otras ocasiones solemos llegar más lejos, esta vez ni uno ni otro estaba interesado, o tal vez tomó su distancia después de tantas veces que yo pinté mi raya con él, pero aun así siento que la atracción que sintió alguna vez por mí ya decayó. Ciertamente no me provoca impresión, por muchas razones Abraham no es mi tipo, ni de la manera de Miguel, ni de la manera de Gustavo, muy a su pesar, y ninguna de las cuales enlistaré en esta publicación. Esa noche regresé de madrugada a la ciudad y al día siguiente fui a trabajar sin haber dormido nada, pero lo que viví ese fin de semana, aunque no haya sido algo impactante en mi vida, fue justamente lo que necesitaba desde muchas semanas atrás.

Ese mismo fin de semana, después de haber dormido algo durante la tarde, había decidido terminar el libro que casi un mes atrás había comenzado, ese día debía o debía acabarlo porque ya había sido demasiado, tratándose de un libro de 200 páginas, estoy refiriéndome a El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie. Después de todo, no me llamó mucho la atención, siendo que leí una de las mejores reseñas a un libro de Agatha Christie, en el que muchas mencionaban que el libro tenía uno de los desenlaces más impactantes de toda su autoría. Por primera vez, -cronológicamente- después de tres novelas publicadas, la narración del libro cambió a la perspectiva de un nuevo personaje, igualmente con una personalidad ideal para convertirse en un Watson, y creo que fue un buen cambio que ya se necesitaba en las novelas; creo que será difícil que la autora hubiese decidido escoger a Poirot como la perspectiva de la narración para alguna de sus novelas debido a que el detective constantemente tiene resuelto el misterio o el caso desde mediados de la novela y entrar en su mente sería un atajo para el lector al conseguir hallar al asesino o ladrón antes que terminase la novela, logrando tal vez un hastío irremediable. Dudo mucho que la autora haya decidido aplicar la fórmula de la narración con Poirot como perspectiva principal en alguna de sus novelas, pero habrá que ver, claro, los restantes 50 y más títulos que me faltan leer acerca del detective más característico de Christie para responder esta cuestión. Por lo pronto, El asesinato tiene, desde mi punto de vista, una calificación de cinco estrellas por el fresco y bien apuntado cambio de perspectiva narrativa y su sorprendente desenlace, que obviamente, me pasó por alto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario